He pasado 4 temporadas largas fuera de casa, y por casa se entiende el lugar donde crecí y reside mi familia.
La primera vez que volví de vivir en Florida, tuve jet-lag semanas. Fue terrible, me dormía por todas partes -más de lo habitual- y sólo tenía hambre. Volví rellenita y morena como no he estado nunca. La magía del sol caribeño.
A mí regreso de Tennessee estaba desorientada, sólo me salía hablar inglés y anhelaba la independencia que me había otorgado la distancia.
En cambio, después de Madrid y de sufrir el máster que me hizo perder 8kg, era el hambre el que mandaba.
Y ahora, habiendo sobrevivido sin catarros de magnitud ni gripes a -26º, llego y me resfrío. Al segundo día: PLAM.
Con 30ºC en el exterior, sol radiante, mosquitos tigre y playa, llevo tres días de constipado de manual.
Fuera están las entrevistas, los amigos a los que aún no he visto, la ansiada necesidad del espacio propio que será en Madrid o en Barcelona. O si muy mal va, en Valladolid.
Y el resfriado me mantiene en casa, como antes el frío.
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Fighting forms, Franz Marc (1914) - Dedicado a Violeta. |
A veces volver no sienta nada bien. No. Pero como una persona muy sabia me dijo hace unos días, las ciudades son diferentes con quien las vives.
ResponderEliminarY si estás en Madrid, te ofrezco una bonita flor con la que compartir visitas reiteradas a las vanguardias en el Thyssen.