Y es que hoy he comprado dos maletas extras y el derecho a facturar una bicicleta -cortesía de la corona sueca. Para después sacar mis baúles del armario y empezar a tirar cosas: dentro y fuera. Toca limpieza.
Acción que me ha llevado a analizar mi dificultad para desprenderme de objetos. Lo reconozco, sufro el síndrome de Diógenes, pero sólo aplicado a la ropa.
Que sí, que al final lo que cuenta es lo vivido y no la ropa y los zapatos que llevabas. Pero es lo que hay, debe ser una debilidad de carácter, como tener mala leche o poca paciencia.
Y así, usando la ropa voy a recordar momentos:
- Botas de Primark que imitan a las UGG = La primera vez que anduve sobre el mar, en estado helado.
- Las gafas vintage de mentira = a mi amiga Carmen, que es su actual propietaria.
(Btw, a mí me quedaban fatal y a ella le quedan genial: for more info: http://littlebmode.blogspot.com)
- Mis medias del Calzedonia que tanto me han abrigado (o no) = mi primera fiesta en Estocolmo.
- Mi gorro con flor = viajes a Helsinkis avec ruski
- El bañador y su único uso del año = mi baño en un lago báltico y a la magnífica tarde con Javi, Bea, Aitor, Scarlet, Alberto y Gerardo bebiendo vino.
- Vestido de flores de Me&Jake: mi viaje a Milán que creó la amistad con Laura, Leticia, Álvaro y Lídia.
- Las orejeras que me protegieron del frío sueco = Mi amigo Marc Martines, al que según Álvaro quiero más por ser catalán... (¡Que no, que como buena madre os quiero a los dos por igual).
Mi abrigo del Desigual = la visita eterna, pero bonita de Brian.
Y por último:
Mis gafas rojas, que no me las llevo, ya que han muerto en acto de servicio = me recuerdan a la visita de mis padres, mi hermana y mi abuela.
Y es que la ropa, y su acumulación, puede ser también una puerta al recuerdo.