miércoles, noviembre 23, 2011

The New York smell.

Hay ciudades que huelen mal, otras mejor, algunas ni huelen (esa Estocolmo!) y Nueva York, como capital del mundo que es, tiene de todo.

Los olores que te recuerdan sitios, momentos. Y a personas.

Así de primeras me viene a la cabeza, Lisboa. La capital lusa tiene un olor que me encanta y que recuerdo vivamente: entre sardina frita y parra de lila.


Los días de Navidad también huelen de una forma especial, y los Stradivarius llevan la misma colonia que mi amigo Rodri.
Y el piso de Nueva York... Nunca he vivido en un sitio que oliera mejor.





Mi compañera de piso, Juhi, es claramente olfativamente superior.


Cada habitación tiene un aroma diferente.

La cocina es mi favorita, pero puede que mañana aparezca una nueva vela aromática. Y me vuelva infiel olfativamente hablando.





Por ahora Nueva York huele a otoño, a geranio de jabón de aromaterapia -not kidding- cuando lavo los platos y a Japanese Quince, que sea lo que sea: me flipa.

Mi pituitaria es feliz.


sábado, noviembre 19, 2011

No puedo cerrar las maletas.

Llevo días pensando que mudarse en otoño-invierno, y más si tiene clima continental, no es una idea muy inteligente. Pero vamos, no es que estás últimas abunden. Ni en mi vida, ni en el mundo en general.

En menos de dos días ya estaré viviendo en Greenpoint, Brooklyn (New York). Piso con exactamente el mismo código postal que tenía en Suecia: 11222. 

Y es que esto de la Gran Manzana está lleno de casualidades. No sé si todas buenas, pero sí curiosas, que es algo así como muy intrínseco para que después puedan devenir anécdotas.


Y es que por un lado, yo no tenía intención alguna de volver a mudarme. Llevaba meses pensando que no podía continuar a mis 29 tacos siendo una maleta llamada Lester. Y es que después de la friolera de diez casas en diez años, quería comprarme El Mueble y el Architect Digest y montarme un pisito en Madrid o en Barcelona.

Y ahí entra la casualidad de la que hablaba:
- Víctor: "Tira el CV a Matarromera para NY, que son vinos y es USA. Te pega mucho."

Y tenía que ser, porque ha venido rodado. 

He encontrado piso (alías: plataforma para buscar uno propio) sin esfuerzo, y gracias a un filósofo de pedagógico estilo y exquisitas maneras. Me voy a trabajar en el mundo del vino, que desde que Gorka me regaló un Aalto por allí 2006, se ha convertido en una pasión. Y me voy donde siempre he querido: a la capital del mundo.

Voy a culpar a Woody Allen de mi obsesión infantil con la ciudad. Aunque tampoco me escapo del influjo de Sex&the City en mi psique femenina -totalmente gay, por otro lado. Y mi parte Liz Lemon, no deja de decirme que tendría que escribir una sit-com con la Gran Manzana de escenario.

Y es que me imagino saliendo del Carnegie Hall y gritarle a mi acompañante: "Cada vez que escucho a Wagner, me entran ganas de invadir Polonia." (Bernie, aquesta va per tu.)

También veo plausible ir con Paula, Bet y Nerea de brunch a Magnolia Bakery. Aunque yo soy mucho más de IHOP.

Hasta he empaquetado los patines para ir a patinar por Central Park... y encontrarme a Bill Cunningham en bici y llamar a Elvira para contárselo todo.

Y esto me lleva al título del post: No puedo cerrar las maletas. 
Literal y metafóricamente.

No sé si Nueva York va a ser otra parada en el camino (i després de fer la volta al món, tornaré al Born) o va a ser mi casa. 
Pero sí algo sé seguro, es que no puedo cerrar las maletas, porqué me llevo a mucha gente dentro.

A mi Big particular, que tanto ha compartido conmigo de sus años de golden dream en Stern (NYU); a Pablo con el que he hablado de vivir allí juntos; a Paula que me encantaría que fuera mi compañera de aventuras; a Bet que se alegró más que yo misma de que me dieran este trabajo; a Víctor que últimamente está siempre allí...


 
Me voy con miedo. Un miedo que ata.

Pánico al frío y al calor;

a los alquileres y a ser pobre de nuevo; 

y a padecer la soledad de la ciudad (aunque Llorenç y Brian hayan trabajado para que no sea así). 


Temor a volver a irme y a empezar de nuevo.




Ahora sé porqué me metí en este lío: para irme a Nueva York.